Con el quejido ronco de una criatura amenazante pasó la noche y de las nueve garras del silencio nocturno se desprendió un latido, un suspiro creciente bajo la luna nueva.
Soy una sombra que se tiende por el camino quien espera al que nacerá quien acaricia con sus dedos de almendra el vientre tibio.
Cuando llegue la hora de alumbras vendrá también la luna a cobijarnos con una luz sanguínea. Su padre ofrecerá un apacible todo de nueve lunas y la vida parecerá más cálida y los hombres se curarán.
He comido manzanas en dulces gajos. He dibujado una señal en mi cuerpo. He alimentado mi alma con ámbar.
He caminado hacia el volcán por senderos antiguos.
Espero que al llegar esa hora la vida nos haya revelado su verdadero nombre.
Así sabré cómo llamarlo cuando me sienta perdida. Hago el esqueleto de mi niño.
Hago el esqueleto de mi niño su omóplato celeste sus dos lunas de calcio y una frente de tibios resplandores sobre la cual una mujer amante ha de soñar.
Poema extraído de la obra Hablar con la serpiente (1994).
Fuente: Zamora, V. (1994). Hablar con la serpiente. Guadalajara: Secretaría de Cultura de Jalisco.