Griselda Álvarez

Personaje histórico: Griselda Álvarez

Compartimos en esta ocasión, el enlace de un interesante vídeo sobre nuestro primer personaje histórico, deseando complementar los espacios vacíos que aún tenemos sobre ciertos aspectos de su vida.

¡Que lo disfruten!

Canal del Congreso México. (2012). Personajes Históricos: Griselda Álvarez. Fecha de recuperación: 4 marzo 2019, de Griselda Álvarez. Sitio web: https://www.youtube.com/watch?v=w6GwUXxtRmk&feature=youtu.be:

Griselda Álvarez

Los cruzados

Para mi generación, encontrar la verdad histórica, fue recorrer un camino doloroso. Más de una vez, hubo necesidad de hachar árboles cuyas raíces se hundían en la propia sangre.

Mi bisabuelo, el general Manuel Álvarez, siendo primer gobernador del estado de Colima, fue asesinado por los «mochos» en la rebelión de «Religión y Fueros», en 1857. Y su cadáver, azotado, para poder levantar la excomunión y se enterrado «en sagrado».

La división ideológica de la familia, por la cual esta crucial circunstancia, fue ahondándose: los hombres, «comecuras» recalcitrantes; las mujeres, fervorosas y hasta fanáticamente católicas -con excepción de mi equilibrada tía Isabel-. Nosotros, la nueva generación, espectadores ignorantes sin la pasión de aquellos, con los ojos cuadrados ante las discusiones de los mayores. Y la verdad abriéndose paso como en un monte de huizaches, con rasguños y con desolladuras.

Mi hermana y yo, por crisis familiar, fuimos llevadas al internado de monjas. Fue mi tía Lupe -Oratorio Pontificio- la encargada de cumplir con la misión que era harto dolorosa para mi madre.

Nunca me arrepentiré lo suficiente de haber marcado mis libros de historia, de ese tiempo, poniéndole cuernos y cola al Benemérito de las Américas. Llevo este cívico pecado a cuestas ahora que, por convicción y por conocimiento, soy juarista de corazón.

Indefectiblemente disfrutábamos las vacaciones en Colima, parte en la hacienda y parte en la casa de mi tía Isabel. A este último sitio llegó un «curita» para esconderse, ya que, aun cuando finalizaba la revolución cristera, las facciones seguían divididas y eran objeto de mutuas persecuciones.

El señor cura N, cuando niño, había sido compañero de mi padre en el Seminario Conciliar, único lugar en aquel entonces que impartía digna enseñanza a las familias acomodadas o semipudientes. De ahí, la obligación de mi tía y el disimulo de mi padre ante tamaña situación.

Aquellas vacaciones, cuando llegamos Imelda y yo a la casa de Colima, encontramos cerrada misteriosamente una de las recámaras. Cuando el autor de mis días se retiró, hacia el anochecer, se abrió el cuarto y de ahí surgió, vestido con negra sotana, el voluminoso señor N.

-Padre- explicó mi tía- son las niñas de Miguel; estarán aquí de vacaciones. Son muy precoces, pero han prometido portarse bien.

Por mi parte no me acordaba de tal promesa y no sabía que era eso de «precoz». El padre se había cortado el pedo como cepillo y arrugaba la nariz hacia arriba a cada respiración. Ahora sé que el tic era por lo mucho que había sufrido.

-¡Griselda, cierra la boca y ya no revises al padre!- fue la primera orden de mi tía, dicha por lo bajo, pero en forma perentoria.

¡Que extrañas vacaciones aquellas! No sé por qué el padre me designó sacristana. Él decía que porque yo era angelito. En el cuarto del fondo se improvisó la capilla. La misa era a las seis. ¡Las veces que tropecé al ir de un lado del altar al otro! Mi tía decía que era el demonio que me metía zancadilla. Nunca sonaba bien yo la campanita. Cuando me acordaba, a destiempo, me daba tanto gusto que la tañía más de la cuenta. Entonces el padre me miraba largamente de reojo, y yo entendía.

En la noche rezábamos el rosario con bendición. Descubrí, en el pequeño incensario que usaba, que si me ponía bastante saliva en el dedo, al tocar las brasitas se oía un chasquido y la ceniza sabía dulce. Quíza por estar ocupada en estas investigaciones científicas me relevaron del cargo.

Nunca fuimos del todo agradables para el padre. Y en una ocasión se enojó en definitiva con nosotras. Estábamos cenando. Los rescoldos de la revolución cristera, formados por gavillas más de bandoleros que de idealistas, merodeaban ya muy de vez en vez por la ciudad. En ese día se había comentado que entrarían por el rumbo de la Sangre de Cristo o el de las Siete Esquinas.

A la mesa del comedor tenía acceso, además de la familia y del padre, mi nana Amada. Este personaje, que había cuidado a mi padre y a mis tíos cuando recién nacidos, se había superado a grado tal, durante los muchísimos años de servicio, que era la persona encargada de instruirnos en el manejo de los cubiertos y en la forma de comportarnos. Su rostro cetrino e impenetrable, de pronunciados rasgos totonacas, su porte majestuoso de erecta espalda, el blanquísimo atavío, todo contribuía a hacernos obedecer sus órdenes, dadas por gestos más que por palabras. Porque reía poco y hablaba menos.

Esa noche las cuatro mujeres y el padre comíamos plácidamente. De improviso se oyeron distantes balazos.

-Son los rebeldes- apuntó mi tía.

-Son los soldados de Cristo- corrigió el padre, no muy al tanto del comportamiento que habían adoptado los últimos sublevados. Los tiros fueron acercándose y, de repente, los impactos sonaron en el terrado de la azotea. También, de súbito, el padre semidesapareció bajo la mesa.

Yo intenté un buche de risa que fue cortado en su nacimiento por la mirada de mi nana. Mi hermana inició un comentario que sufrió igual corte. Seguimos cenando en tan molesta situación y siguieron también los balazos. Después de unos momentos, el padre optó por salir y comer.

-Padre- comentó mi tía no sin algún retintín- no debemos temer, porque son los de la causa.

-Así es, son los soldados de Cristo- reafirmó.

-Aún cuando ya olvidaron la causa verdadera, a juzgar por su comportamiento- adujo la hermana de mi padre con cierta tristeza. (Yo me sentía obligada a terciar en la conversación por lo mucho oído en la cocina).

-No juzguéis y no seréis juzgados- pronunció el señor cura y añadió un latín que me dejó boquiabierta. -Son- continuó- … ¡los Cruzados!

-Bueno- intervine-, los cruzados, pero… de gato.

-Es usted- se dirigió a mí, tenedor en alto- es usted… ¡es usted una mocosa!

-Sí- convino mi hermanita que a medias entendía el asunto.

-Es mocosa, pero al menos ya no juega debajo de la mesa…

La cena se dio por concluida.

Ilustración por Alejandro Rangel Hidalgo. Fotografía por Karla Cabrera.

 

Texto extraído de La sombra niña (2014), de la autora Griselda Álvarez.

Álvarez, G. (2014). «Los Cruzados» enLa sombra niña. Colima: Universidad de Colima.

Griselda Álvarez

Mi cadáver

Pienso que la neurosis se da en racimos. Y que los miembros de una familia son como las uvas de esos racimos que se agrupan por naturaleza y, en resumidas cuentas, tienen casi todos el mismo sabor o muy poca diferencia en sus manifestaciones.

Aquella tarde estábamos reunidas en la estancia, mi hermana, mis dos púberes sobrinas y yo. Mi hermana, con sus incansables manos, sin ver, al sólo tacto, tejía algún enésimo chaleco para algún enésimo familiar. Las demás disfrutábamos del ocio en aquella suave penumbra de la tarde. Siguiendo el curo se la imaginación, dije:

-Definitivamente no me gusta el pensamiento de que me entierren; me choca la idea de tanto polvo encima, las letritas cursis de la losa, las cuentas de mi edad, el riego de las plantas. Creo que ustedes pueden hacer que se respete mi última voluntad: quiero que me guarden en un gran florero de vidrio de Carretones, un poco transparente, un poco verde, un poco marítimo. ¿Qué les parece?

Imelda, mi sobrina mayor, aplaudió la idea con palmadas grandes:

-Sí, sí.

Gabriela abrió más los ojos, en gesto favorito, y analizó:

-Pero tía, habrá que ponerte un tapón esmerilado muy fuerte para que no huelas. (El tejido de mi hermana cobró rapidez).

-Bueno, desde luego-convine- pero que no rompa la belleza del florero.

-Pero tía- terció Imelda- si lo que hay que romper es precisamente el florero.

-¿Por qué?

-Pues porque ¿por dónde te metemos? Fíjate que podemos resolver el asunto haciendo que el florero se rompa de la base para meterte por ahí, soldándole después algo pesado como se hace con las lámparas.

-¡Claro- gritó Gabriela-. Y además te podemos poner de gran ambiente: sentada en una silla adentro del frascote, unos libros tirados y otros en una mano como si estuvieras leyendo. (Por un momento mi hermana suspendió el tejido y nos miró).

Inquirí: -¿Están seguras de que habré de momificarme?

-Nos costará trabajo-contestaron a dúo y en seguida se echaron a reír por la coincidencia.

Imelda añadió: -Te colocaremos en la sala para siempre y te enseñaremos a las visitas diciendo: «Mi tía, la poetisa, perdón, la poeta».

-Y cuando nuestros hijos crezcan- terció Gabriela- les prohibiremos jugar a las escondidas en la sala, sobre todo cerca del florero. (El tejido flotaba de rapidez).

-Pero un día- concluyó Imelda con los ojos chispeantes- la de malas: jugando mis hijos con los de mi hermana, ¡paf! que te tumban con todo y vidrio y ahí estás en el suelo con los libros.

En ese momento mi hermana aventó el tejido con brusco movimientos y sacudiendo un índice, se dirigió a sus hijas con voz atronadora: -¡Niñas! ¡Más respeto con el cadáver de mi hermana!

Hasta entonces, yo, en plena salud, sentí un gracioso escalofrío.

 

Ilustración por Alejandro Rangel Hidalgo. Fotografía por Karla Cabrera.

 

Texto extraído de La sombra niña (2014), de Griselda Álvarez.

Álvarez, G. (2014). » Mi cadáver» enLa sombra niña. Colima: Universidad de Colima.

Griselda Álvarez

La sombra niña

A continuación se presenta una breve reseña sobre la primer obra que se abordará, La sombra niña (2014), con el fin de guiar al lector en su camino a las cautivadoras páginas escritas.

«La obra literaria de Griselda Álvarez es intensa y variada. Abordó con pasión y maestría el ejercicio de la poesía, en especial a través de a forma clásica del soneto, el relato de carácter autobiográfico, y el ensayo de intención didáctica e ilustrativa. Así, Griselda Álvarez mostró los múltiples registros de su palabra, a la vez que dio forma, en diferentes géneros, a una profunda sensibilidad y captación de la naturaleza humana que le llevó a ser reconocida en México y en el extranjero. Entre los dieciocho libros que publicó destaca La sombra niña, ilustrado por el magnífico trabajo del maestro Alejandro Rangel Hidalgo, reeditado en varias ocasiones en virtud de sus méritos literarios y de excelente recepción del público lector. Con la presente obra, se ratifica su compromiso con la difusión del patrimonio cultural de los autores y autoras colimenses que se distinguen por su calidad y belleza expresiva».

Palabras del Mtro. José Eduardo Hernández Nava.

Rector de la Universidad de Colima.

Fotografía por Karla Cabrera

Álvarez, G. (2014). La sombra niña. Colima: Universidad de Colima.

Griselda Álvarez

Historia

Poema en voz: Historia de Griselda Álvarez Ponce de León por Griselda Álvarez Ponce de León

Historia
¡Ay primavera, primavera suave!
Érase una mujer que compartía
el humus de la tierra, la armonía,
el árbol fácil y el nidal del ave.

Érase una mujer como una llave
con la que abrir un mundo de alegría,
una mujer, fugaz sabiduría,
pacífica guerrera, beso en clave.

Y érase un hombre así, de todas suertes
hombre y señor, total naturaleza,
puño gigante, lumbre de mil muertes,

abismo terminal, conciencia ilesa,
con el llanto interior, porque eran fuertes
sus ojos de metal color tristeza.



De: Estación sin nombre, 1972



GRISELDA ÁLVAREZ PONCE DE LEÓN

Álvarez, G. (1972). «Historia» en Estación sin nombre. Barcelona: Editorial Marte.

Griselda Álvarez

Griselda Álvarez

Nacimiento5 de abril de 1918
Guadalajara, Jalisco
Muerte26 de marzo de 2009 (95 años)
México, D. F.
EducaciónUniversidad Nacional Autónoma de México 
OcupaciónMaestra y Escritora
DistinciónMedalla Belisario Domínguez del Senado de la República (1996) 
Años activa Siglo XIX y primera mitad del siglo XX

  Griselda Álvarez Ponce de León fue una maestra, escritora y política mexicana, la primera mujer electa gobernadora de un estado (el estado de Colima) en la historia de México. Provenía de la familia con más raigambre histórica y política en Colima, su bisabuelo fue el general Manuel Álvarez Zamora, primer gobernador del estado y constituyente en 1857, su abuelo paterno fue prefecto político de Colima​ y su padre, Miguel Álvarez García, desempeñó el mismo cargo que ella desempeñaría.

Griselda estudió para maestra normalista y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México obtuvo el título de licenciada en letras españolas con la tesis La inmortalidad en las obras de Jorge Luis Borges recibiendo mención honorífica. También estudió estadigrafía y biblioteconomía.

Álvarez apoyó un feminismo racional, sostuvo que las mujeres eran potencialmente iguales a los hombres y trabajó para para que fueran conscientes de su ser .

Fuentes: Enciclopedia de la Literatura en México, Wikipedia. Sitios web: http://www.elem.mx/autor/datos/34 https://es.wikipedia.org/wiki/Griselda_%C3%81lvarez