Gregorio Torres Quintero

Personaje Histórico: Gregorio Torres Quintero

En esta ocasión compartiremos el enlace de un interesante vídeo sobre nuestro segundo personaje histórico, deseando complementar los espacios vacíos que aún tenemos sobre ciertos aspectos de su vida.

¡Que lo disfruten!

Universidad Pedagógica Nacional (2009). Gregorio Torres Quintero (cápsula). Fecha de recuperación: 5 marzo 2019, de Gregorio Torres Quintero. Sitio web: https://www.youtube.com/watch?v=EppUbLqBVz8&feature=youtu.be

Gregorio Torres Quintero

Los Volcanes de Colima

Si bello es el sitio ocupado por la Ciudad de las Palmas, en que vi la primera luz, más bellos son sus horizontes. Cerros azules por todas partes, allá lejos, y cerros con el verdor de sus árboles, algo mitigado por el pálido azul del aire, se miran aquí y allá dando realce al panorama.

Pero sobre todo, es digno de toda ponderación el espectáculo que presentan, hacia el norte, sus enhiestos y elegantes volcanes. Son dos, llamados popularmente Volcán de Fuego y Volcán de Nieve. Estos nombres se deben a que el uno, el de la derecha, está casi siempre en actividad y no se cubre de nieve, sino por breves días, en la épica de invierno, y a que el otro, el de la izquierda, más elevado que el primero, pero apagado desde tiempo inmemorial, durante el invierno muestra su cima permanentemente blanca. Con relación a la ciudad de Colima, el de Nieve es más lejano que el Fuego, y aunque es más elevado que éste, a causa de la perspectiva, se ve menos alto. Además, el cono del Fuego, arrancando desde el pie del valle, se ve desde Colima enteramente completo, en toda su amplitud, mientras que el de Nieve queda un poco más atrás y no se ve completo más que en su falda izquierda. Los dos volcanes parecen dos hermanos estrechamente abrazados.

Entre la ciudad de Colima y los volcanes nada hay que impida su vista completa; el terreno, cubierto de bosques sin interrupción, se eleva suavemente hasta llegar a los cerros que sirve de contrafuertes a las macizas moles de forma piramidal; y como la ciudad tiene algo menos de 500 metros de altura sobre el nivel del océano; y como los volcanes tienen una elevación de 4 mil metros, la diferencia de 3.500 metros los hace aparecer ante la vista asombrada del espectador verdaderamente colosales. El Popocatépetl, que sube 5.400 metros, se ve, desde la Ciudad de México (2.240 metros de altura, a una altura de 3,160 metros. Es más alto, desde el nivel de la tierra, el de Colima.

Tenía apeas seis años de edad, allá en 1872, cuando ciudad fue conmovida por un temblor. Mucha gente salió despavorida de sus hogares. El volcán, por mucho tiempo apagado, mostraba una erupción gigantesca, y una nube espesa cruzada de relámpagos lo coronaba. Las calles y plazas se vieron como por encanto llenas de hombres, mujeres y niños, con el asombro y terror pintados en sus rostros.

Se dijo entonces que el volcán había reventado.

Y desde entonces, no ha cesado de estar en la actividad. Por intervalos de días, o por intervalos de horas, el volcán se corona de gigantescos penachos de vapor, que ascienden a miles de metros, pues se ven tan grandes como el volcán mismo. Esos penachos brotan a borbotones retorcidos caprichosamente. Formados por espesa nube, de límites perfectamente recortados, toman diversidad de formas, ya redondos, ya en forma de árbol o de flecha, ya de elevadas columnas retorcidas, etcétera. Ya se sabe de cuánta variación pueden ser las acumulaciones de nobes. A veces son tan blancos, que parecen de algodón; y por su aparente solidez, diríase que son de mármol. Otras veces son grises y aun oscuros, y después de afectar formas sólidas, parecen deshacerse en chorros o en lluvia; es la arena o la ceniza, que caen cuando cesa la fuerza que las llevó a tan gran altura. Y en ocasiones, los rayos cruzan el seno de la nube en rápidos zigzags.

Cuando el sol sale, suele teñir de suave púrpura las erupciones, viéndose entonces el árbol o la columna de color blanco hacia el poniente y de rosado color hacia el oriente, con tonos y matices verdosos o amarillos.

Y si de noche esperáis pacientemente las erupciones, veréis que en la cima del volcán aparece una masa de lumbre, como si fuese la de un cigarro colosal, crecer y subir, y luego rebozar, derramándose sobre los labios del cráter y correr por la falda en forma de ríos o avalanchas infernales. Aquella lumbre son piedras incandescentes, pues el volcán de Colima no ha arrojado lava.

A pesar de todo, hay pueblos, haciendas y ranchos en las cercanías, al pie del volcán, como si dijéramos. Allí suelen caer verdaderas lluvias de arena, y producir sobre los techos el mismo ruido que produciría una tupida granizada. Otras veces es la ceniza la que cae, ya como suave escarcha, ya como poética nieve; pero también en cantidades tales, que cubre barrancas y detiene los cursos de los ríos. Y no sólo eso, sino que oscurece la atmósfera como si fuera de noche, obligando a los habitantes a prender luces y aun apelas al alumbrado público, en medio de ayes, lamentaciones y rogativas.

Y sin embargo, el volcán es bello.

Habréis oído hablar de la ponderada belleza de la bahía de Nápoles, con el Vesubio, también en eterna erupción, y a poca distancia del mar, elevarse majestuosamente (1,200 metros) y formas con su pirámide inmensa el fondo de un panorama muy justamente alabado. Y habréis oído hablar también del Etna en la isla de Sicilia, también en perpetua actividad, levantar su nevada cima hacia las nubes (3,300 metros) en medio de risueñas ciudades y de poéticas aldeas que lo contemplan admiradas.

Yo he ascendido al Vesubio, a caballo, hasta su cráter, y desde allí he contemplado su cono hirviente de lava y vapores, y he estado en Catania, no lejos del pie de Etna. Y puedo comparar.

Pues bien, los volcanes de Colima no ceden en belleza ni en majestad a aquellos europeos. Y desde allá, enviaba un saludo y un suspiro cariñoso a mi viejo y querido volcán, centinela avanzado del Pacífico y príncipe coronado de la enhiesta Sierra Madre.

Tan fuerte impresión produce la presencia de los volcanes en los hijos de Colima, que el primer dibujo que ejecutan, tan pronto como sus dedos pueden manejar un palito, un lápiz o un pizarín, es la figura montañosa de las dos eminencias, con sus caprichosas erupciones, con sus cimas dominantes, siempre a la vista, siempre imponiéndose a la miradas de todos, siempre altaneros y atractivos, y siempre visibles a través del aire transparente y puro de las hermosas mañanas de aquel rincón tropical.

Los niños suizos dibujas la manzana de Guillermo Tell, atravesada por la flecha legendaria; los niños colimotes dibujan una maravilla de la naturaleza, presente siempre ante su asombrada vista.


“Los volcanes de Colima y el Río la Lumbre”, Jorge Obregón.

Texto extraído del libro Cuentos Colimotes (2014), del autor Gregorio Torres Quintero (Pp.89-92).

Torres Quintero, G. (2014). Cuentos Colimotes. (P. 89-92). Colima: Universidad de Colima.

Gregorio Torres Quintero

Al Volcán de Colima

¡Salve, oh titán! ¡Gemelo de granito, que al rumor del Pacífico, arullado, tienes por lecho, espléndido collado, por cortinaje azul, el infinito!

Cuando retumbas con sonoro grito, conmueves la ciudad, el valle, el prado, y montes de vapor ensortijado, levantas con estrépito inaudito.

A tus pues, la asombrada muchedumbre, te contempla confusa y no se atreve a robar una chispa de tu lumbre.

Sólo el invierno se te acerca leve… mas viene primavera a tu alta cumbre. ¡Y un beso inflama tu crespón de nieve!

Texto extraído de la obra Cuentos Colimotes (2010), del autor Gregorio Torres Quintero (P.93).


Volcán de Fuego. Imagen de Jozboyd. Este archivo se encuentra bajo la licencia Creative Commons Atribución 3.0 Unported.

Torres Quintero, G. (2014). Cuentos Colimotes. (P. 93). Colima: Universidad de Colima.

Gregorio Torres Quintero

Cuentos colimotes

(Descripciones, cuentos y sucedidos)

A continuación se presenta una pequeña presentación del libro Cuentos Colimotes (2010), del profesor colimense Gregorio Torres Quintero, a cargo de la escritora también colimota, Guillermina Cuevas Piña.

«Como si fuera la visión de un sueño, escritos con voluntad y pasión, combinando las experiencias cotidianas con los recuerdos y fantasías del pasado, los Cuentos Colimotes (2014) del profesor Gregorio Torres Quintero han guardado en sus páginas la presencia de lo prodigioso, el fervor de un hombre repartido entre las solicitaciones de la patria y las impaciencias y ansias de su vocación literaria.

Con probada lealtad hacia la inspiración nativa, asumiendo la propuesta de una producción literaria que pudiera formar un nacionalismo más consciente, los relatos fluyen entre lecciones formales y construcciones sintácticas de primorosa escritura. El sabor autóctono de la descripción los convierte en una relación vehemente de los recursos naturales, de los habitantes y de sus costumbres».

Guillermina Cuevas Piña.

Fotografía por Karla Cabrera.

Torres Quintero, G. (2014). Cuentos Colimotes. Colima: Universidad de Colima.

Gregorio Torres Quintero

Gregorio Torres Quintero

Nacimiento25 de mayo de 1866
Las Palmas, Colima
Muerte28 de enero de 1934
Ciudad de México
OcupaciónProfesor, pedagogo, escritor, cuentista
Años activoSiglo XIX y primera mitad del siglo XX

Gregorio Torres Quintero fue un profesorpedagogocuentista, e innovador en sistemas de enseñanzamexicano. En Colima fue director de la Escuela Porfirio Díaz y por un corto período fue jefe y director de la Instrucción Pública.

En México, a partir de 1904 fue jefe de Enseñanza de Primaria y Normal. De 1910 a 1911 fue vicepresidente y presidente del Congreso Nacional de Educación Primaria. Fue catedrático de la Escuela Nacional Preparatoria y de la Escuela Normal de Maestros. Fue consejero de la Secretaría de Educación Pública.

Llevó a cabo la reforma escolar utilizando su famoso método fonético-onomatopéyico, el cual se basa en los sonidos naturales para conocer las letras, sílabas y palabras. En 1920, viajó a Estados Unidos para conocer y estudiar las propuestas pedagógicas modernas. A su regreso a México, fue consejero técnico de la Secretaría de Eduación durante tres años.

Retirado de su puesto, escribió más de 30 libros sobre temas pedagógicos, históricos, costumbristas, cuentos, y otros. Colaboró para las revistas La Educación ModernaLa Educación ContemporáneaYucatán EscolarLa Enseñanza Primaria y Educación.

Murió en la Ciudad de México el 28 de enero de 1934. Sus restos fueron trasladados a la Rotonda de los Personas Ilustres ubicada en la ciudad de mexico en junio de 1981, por decreto del entonces presidente José López Portillo y Pacheco.

Fuentes: Enciclopedia de la Literatura en México, Wikipedia. Sitios web: http://www.elem.mx/autor/datos/1065 https://es.wikipedia.org/wiki/Gregorio_Torres_Quintero